La escena, no es más que otro de los muchos funerales que se presencian a diario en una gran ciudad como esta, todos vestidos de negro, la mayoría, por no decir todos, fingiendo pesares y todos y cada uno de esos sujetos en estos momentos son, o más bien fueron, el mejor amigo del difunto, quien ya no puede desmentir esas palabras.
Apenas acabe el funeral, las lágrimas y el dolor se esfumarán como por arte de magia. Todos se irán y a quien dirijan esas hermosas palabras y por aquel momento será la persona más maravillosa del mundo, (pues ninguno de sus defectos saldrán a relucir este día), yacerá bajo tierra, sola, fría y relegada. Ese
nunca te olvidaremos o s
iempre vivirás en nuestros corazones no es más que un cliché para alimentar su orgullo y hacerles sentir mejores personas, no es más que una promesa que nunca será cumplida, una muestra más de su hipocresía.
Por esos y demás motivos, los funerales son por mucho los actos más solemnemente repudiables que la sociedad ha inventado.
Estos eran los pensamientos que pasaban por la cabeza del único hijo del fallecido. Demasiado asqueado como para soltar una sola lágrima de dolor, fue malinterpretado como arrogante e insensible, era el centro de todas las miradas y críticas, él lo sabia, por un momento pensó en gritarles "dejad de miradme, ¿acaso el motivo de reunión no es el de recordar a mi padre en vez de criticarme?" Pero se contuvo, sabían que estas palabras no provocarían más que el efecto contrario.
Después de pensarlo detenidamente decidió retirarse, de alguna manera él era la distracción que hacía aun más evidente cuán superficiales y falsos eran los sentimientos de estas personas.
"Así todo sea una mentira, no dañaré tu momento papá". Mientras murmuraba estas palabras se fue a un lugar apartado con la excusa de sentirse enfermo, de alguna manera era cierto, lo enfermaba ver personas que hablaron mal de su padre o que si mucho lo vieron una vez dándole el pésame a su madre; ofreciéndose para lo que ella y su familia necesitasen. "Sí, claro; apenas se acabe el funeral se esfumarán, se olvidarán del ofrecimiento y otros incluso rogarán que no se le ofrezca nada, y para completar todos le lloran como si le hubiesen querido, de verdad que serían estupendos actores", estas palabras terminaron con una sonrisa un poco agria en su rostro que de alguna manera mostraba sus sentimientos.
"¡Ah! tú también piensas lo mismo que yo, ahora sé que no estoy loca o por lo menos no soy la única" exclamó de manera muy quedada, como si temiera que alguien la regañase por expresar sus pensamientos, una niña de cabello ensortijado y vestida de rosa, lo cual la hacía resaltar de entre la masa uniformada de negro que frecuentaba el camposanto.
Obviamente el niño se sobresaltó al escuchar estas palabras, pues se creía totalmente solo, sin nada más que árboles como receptores de sus palabras.
-"¿Y qué haces tu aquí y para completar arreglada de esa forma?" le gritó el niño a manera de defensa y para ocultar el asombro por haber sido encontrado.
- "Pensé que te sentías muy solo y vine para acompañarte, además ¿no te parece que me queda bien lo que llevo, no es como que si vistiéndome de negro fuese a revivir o sí?" replicó la pequeña, con un tono de superioridad de quien se sabe poseedor de la verdad.
- "Bueno, en eso tienes razón, sé que no lo hará, perdóname por gritarte, pero en cuanto a la compañía no la necesito, me vine precisamente a este lugar para escapar de todos" le respondió el niño en tono muy amable, casi como si suplicase por su compañía.
Ella, que conocía muy bien el significado real de sus palabras, tras ese tono suplicante se adelantó a decir:
-"Pues esperemos juntos, compartamos nuestras soledades" al terminar de pronunciar estas palabras sonrió ella y después él, ya que las madres de ambos se llamaban Soledad, era un juego de palabras que a los dos les parecía gracioso, incluso en un momento como ese.
- "No te cansas de repetir la misma broma" dijo él con los ojos un poco humedecidos.
En ese momento ya le fue posible llorar.
María del Mar Abelló
(Colombia)